- El embajador canario Isidro González Afonso nos dio las claves esta semana en Casa África de la guerra que acaba de estallar en este estratégico país, y que de un plumazo ha acabado con las expectativas de paz y democracia de una sociedad civil activa y comprometida
Poco habrán leído estos últimos días en los grandes medios de comunicación, y mucho menos lo habrán visto en los informativos de las televisiones, sobre la guerra civil que el pasado 15 de abril estalló en uno de los países de África más grandes en tamaño y estratégicos por su ubicación: Sudán.
En Casa África, en el marco de las actividades del programa «África Vive«, consagramos la tarde del pasado jueves a este país, situado en el mismo corazón del continente, un país que es enormemente rico, como la mayoría de los países africanos, con reservas de todo tipo de minerales y que además ejerce de granero y despensa de los países del Golfo. Un país cuya economía es, además, una de las que crece, o crecía, más rápidamente en el mundo.
Sudán, recordemos, es aquel país que vivió la larga y cruda dictadura de Al Bashir entre 1993 y 2019, año en que el mundo se asombró por la fuerza y empeño de los sudaneses y, especialmente, las sudanesas, que salieron a la calle reclamando democracia. En este proceso, una Junta Militar dio un golpe de Estado prometiendo devolver el gobierno a los civiles, y en esa Junta se plasmaron las tensiones entre dos bandos que, finalmente, acabaron en una guerra que enterró de un plumazo las expectativas y esperanzas de una vida pacífica de los sudaneses y sudanesas. Ante la sorpresa del mundo, y de manera ciertamente inesperada, el pasado 15 de abril estalló ferozmente el enfrentamiento armado entre las dos facciones del ejército, convencidas ambas de que tienen opciones de ganar este pulso por la fuerza.
Es un conflicto complicado, con contendientes fuertemente armados y poderosos. Por un lado, el Ejército Sudanés que lidera Al Barhan, el que hasta hoy es el líder de la Junta Militar. Por el otro, las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), lideradas por otro general, apodado Hemeti, el vicepresidente de la Junta Militar. Las RSF constituyen una parte del ejército muy bien equipada, formada y nutrida. A grandes trazos, para establecer un paralelismo, es como si de un día para otro entrasen en guerra nuestro Ejército contra nuestra Guardia Civil.
Y en medio de ese momento brutal, con muertos y heridos, bombas y desconcierto, en la que hasta hace pocos meses muchos consideraban como una de las ciudades más seguras de África, estaba Isidro González Afonso, el Embajador de España en Sudán, uno de los tres Embajadores de origen canario que en estos momentos ejercen por el mundo.
Isidro González nos concedió el honor de venir a Casa África y darnos una charla para que pudiéramos entender qué está pasando en Sudán. Me puede el orgullo, lo reconozco, pero me pareció simplemente magnífico que un diplomático de nuestras islas, con esa responsabilidad entre las manos y ese conflicto tan brutal arrasando el país en el que está destinado, tenga un papel tan importante a la hora de velar por nuestros compatriotas allí y, además, decida embarcarse en la labor pedagógica de ilustrarnos sobre lo que sucede en Sudán y sensibilizarnos a todos.
Le agradecí profundamente su disponibilidad, su didáctica y, sobre todo, todo el trabajo que él y su equipo en la Embajada hicieron para poner a salvo a 72 personas, entre ellos 34 ciudadanos españoles, algunos de ellos niños. Los acogieron en la residencia del Embajador, montaron camas en un sótano protegido por si caía alguna bomba y se pertrecharon de alimentos y agua por si había que quedarse muchos días atrapado en Jartum. Una labor increíble, que le tuvo sin dormir cerca de diez días y que culminó felizmente gracias a la coordinación entre los ministerios de Asuntos Exteriores y Defensa. Una operación impecable, en la que le apoyó especialmente un oficial de la Jefatura Superior de Policía de Canarias destinado ahora en esa Embajada y que mereció una llamada de felicitación del Rey Felipe VI, que el Embajador recibió ya en Madrid justo al descender del avión.
Sobre lo que nos contó ayer, me gustaría que se quedaran con la idea que expresó de que no hay que minimizar lo que sucede en Sudán, puesto que Yemen o Sudán del Sur también empezaron sus respectivos descensos a los infiernos así. El embajador nos contó que el 90% de Jartum, la capital sudanesa, ya está controlada por las fuerzas insurrectas y que la violencia se sitúa en esta ciudad y en la región de Darfur, también en una grave situación de emergencia alimentaria, ante la negativa de ambas partes a sentarse y negociar.
Se han violado ya ocho treguas, nos informó, y el Ejército sudanés anunció su retirada de cualquier negociación. La situación es muy grave, porque –entre otras cosas- se está dando una violencia extrema, no se respeta ninguna convención del derecho humanitario, no se protege a los civiles, se ocupan hospitales y estructuras no militares con fines militares y se llega a atacar incluso a las representaciones diplomáticas de otros países. Ya se desplazaron 100.000 sudaneses a Chad, del que el 98% son mujeres y ancianos. Una situación tan complicada exigió al embajador González el empleo de todas sus capacidades para enfrentarse a ella y todavía la sigue de cerca, de momento desde Madrid, esperando el momento de un acuerdo de paz o una tregua real para poder regresar.
El conflicto de Sudán, además, podría tener consecuencias para toda la región, su extensión hacia el norte y hacia la zona del Sahel, y podría tener efectos también claros en el ámbito migratorio. Recordemos, sin ir más lejos, que un buen número de víctimas de la tragedia en la frontera de Melilla, el año pasado, eran sudanesas.
La charla del embajador vino acompañada de la proyección de un documental, Khartoum offside, un documental maravilloso que premiamos en el Festival de Cine Africano de Tarifa en 2019, sobre las sudanesas que quieren competir profesionalmente en el fútbol y que nos dejó muy claro que son activas, determinadas y llenas de energía. Hasta el estallido de este conflicto, había casi a diario protestas de la sociedad civil en Sudán reclamando democracia, unas protestas en las que el 70% de las personas que participaban eran mujeres.
La intervención de nuestro Embajador, gran preámbulo a este documental que les recomiendo, terminó con un canto de respeto y admiración por la sociedad civil sudanesa. Los grupos de resistencia que se manifestaban antes del conflicto se han convertido hoy, en medio de las balas y las bombas, en grupos de apoyo a las víctimas civiles de este conflicto: ayudan a los heridos, los llevan al hospital, proveen alimentos a los mayores… se merecen nuestro aplauso y nuestro apoyo por su labor callada y heroica, como bien resaltó nuestro diplomático canario en Jartum.
José Segura Clavell
Director general de Casa África