Nos casamos a los treinta. Era mi primer novio y conseguí llevármelo hasta el altar. Mis amigas habían pronosticado que nunca me casaría. —Pues mira, os equivocasteis, les decía. Lo que nadie sabía entonces es que me quedaría viuda tan solo diez años después. Alex venía de correr para bajar la barriga y le dolía un costado. Me dijo: —Me ducho y me voy a la cama. Despiértame en dos horas. Cuando me acerqué a ver cómo se encontraba no me respondía. —Alex, Alex, despierta.
Tras llamar a una ambulancia y sin llegar a salir de casa me confirmaron lo que yo creía. Mi Alex había muerto. Y ahora qué iba a hacer yo. No sabría vivir sin él. No habíamos tenido hijos porque vivíamos el uno para el otro con más libertad.
¿Qué haría sola? Mis amigas han estado con decenas de hombres y a ninguna le ha pasado nada parecido. ¿Por qué me ocurría a mí? No creo en nada, y no puedo encontrar consuelo.
Me miré en el espejo y comprendí que no volvería a vivir con nadie.
Entrar en casa era una pesadilla. Me sentía sola. Sola y triste. No hablaba con nadie. Trabajaba como administrativa en una empresa y al salir iba a mi casa y allí encontraba el vacío. ¿Por qué se ha ido?, protestaba.
Un día navegando en TikTok me salió un anuncio: “Tu muerto revivirá”. Al meterme me salió otro vídeo: “Puedes ser eterno, aunque hayas muerto”. Era una aplicación que creaba una versión digital de la persona fallecida. Pensé lo poco que me había costado descargarme WhatsApp y lo mucho que lo utilizaba. Era mi oportunidad. Tendría de nuevo a mi Alex conmigo.
Me acerqué a la empresa Eternity en donde me explicaron que utilizaban Chatbots y archivos digitAlexs de vídeo, fotografías y audio. Eso último es lo que yo les tenía que enviar. —De esta forma “recrearemos a tu querido Alex, a tu marido”. Nuestro trabajo es acercaros a vuestros seres queridos, a vuestros fallecidos, a aquellos que murieron causándoos un terrible dolor. Al recuperarlos os sentiréis felices otra vez.
Mi Alex no se había ido para siempre, según decían en Eternity. Tenía que probar. Solo quería inmortalizarlo. No podía vivir sin él. Quería que mi Alex quedara atrapado, atrapado a mi lado. Quería mantenerle vivo y siempre a mi lado.
Visité la empresa y me enseñaron su último trabajo. Era el perfil del difunto marido para su viuda. Estaba allí para probarlos. Inmediatamente pensé en mi Alex y los cambios que haría en mi aplicación para mi marido. Había encontrado la solución, y por primera vez me sentía tranquila.
—Quiero algo mejor, algo distinto de lo que he visto. Si me deja le explico, le dije a la empleada. —Quedará contenta con el resultado, señora. Necesitamos los vídeos, fotos y cuántas grabaciones de voz tenga de su difunto marido. En cuanto tengamos el primer borrador la llamaremos.
Me fui contenta. Lo iba a recuperar. Durante treinta días esperé.
Me encantó reencontrarme con mi Alex. Me hablaba. Me preguntaba cosas sencillas, igual que hacía él. Me respondía con la misma voz que tenía. En la empresa me explicaron la perfecta modelación y gestos que habían conseguido: —Fíjese cómo levanta la ceja. —Sí. Es igual que mi Alex.
Me llevé la aplicación a casa y la instalé en el ordenador y en el móvil. Estuvimos hablando mientras cenaba. Me acompañó al ir a la cama y me dijo cosas preciosas. —Buenas noches, le dije. Por primera vez en muchos meses me sentí aliviada. El duelo ya no era necesario. ¡Lo había recuperado!
¡Era increíble! No solo podías revivirlo sino además mejorarlo. En ese momento empecé a pensar cómo sería mi Alex y en todas las mejoras que podría añadirle.
Mañana volveré a la empresa para introducir algunos retoques. Incluí solo las frases que me decía cuando se enamoró de mí y quité lo que no me gustaba de él: sus enfados, sus discusiones y sus gritos. Suprimí las tensiones que sufría y sus agresividades quedarían borradas para siempre.
Activaría solo lo que tenía de bueno. En mi nuevo Alex solo habría amor y dónde no tenía virtudes las inventaría viendo películas de amor en el cine. Haría de él lo que siempre había anhelado. El hombre con el que soñaba cuando era niña. El que quería cuando era joven e idealista.
Cuando me entregaron la aplicación definitiva era perfecta. Con los sucesivos retoques reelaboraron una personalidad extraordinaria de mi Alex.
Volver a casa se convirtió en algo emocionante. Entraba y me conectaba. Me hablaba, me hacía preguntas. Me decía lo que deseaba. Lo veía cada día más guapo. No envejecía con el paso de los años. Todo lo que decía me encantaba y enternecía. ¡Qué hombre era mi Alex!
Por fin, había conseguido ser feliz. No necesitaba contacto con el exterior. Tenía todo lo que quería en nuestro nuevo nido de amor. Estaba enganchada a la aplicación. Estaba seducida por mi hombre, por mi nuevo Alex. Ya sería feliz para siempre.
Había conseguido dar el paso, la realidad virtual había sustituido mi dura y dolorosa realidad.
Una realidad hecha a mi imagen. Conseguí ver y oír solo lo que quería. Ya no quería saber nada de la realidad. La realidad virtual me había atrapado entre sus redes.
Doctora en Derecho.
Licenciada en Periodismo
Diplomada en Criminología y Empresariales