lunes, noviembre 3, 2025
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Otras miradas a la migración

  • El Congreso COMPASS sobre migración circular que han organizado la ULPGC y Casa África nos ha permitido entender mejor la migración intraafricana, de la que conocemos aún muy poco

Estos últimos días, en una colaboración entre la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y Casa África, en el marco del proyecto europeo COMPASS que lideramos para reflexionar desde las instituciones sobre cómo mejorar la gestión del fenómeno migratorio para impulsar la migración circular laboral (seguramente la forma más efectiva y realista de propiciar vías legales y seguras), se ha celebrado un Congreso Internacional al que han asistido académicos, expertos y los socios canarios y africanos del proyecto (senegaleses, caboverdianos, mauritanos y gambianos).

La cita ha sido una puesta de largo perfecta para el concepto con el que decidimos abanderar desde Casa África un proyecto Interreg-MAC, que fue el de generar desde las instituciones canarias y africanas un espacio de reflexión conjunto para generar propuestas y acciones de sensibilización ante la constante tragedia que siguen suponiendo las constantes muertes de las que somos testigos por la dureza y dificultad de la migración irregular por vía marítima con destino a las Islas Canarias. Liderado en el seno de nuestra institución por la gerente, Ana María Hernández, con los apoyos de Yurena Ojeda y María Cárdenes, COMPASS es una especie de observatorio de la movilidad humana pensado para que nos permita, mientras nos conocemos más y mejor, entender qué medidas podemos ayudar a impulsar para promover de forma más efectiva la migración circular con nuestros vecinos africanos.

Uno de los mejores aprendizajes que nos hemos llevado de esta experiencia de dos días de intercambio de ideas con nuestros socios africanos es que nos queda un enorme camino por hacer para entender que el fenómeno migratorio en el continente africano es mucho más complejo que las pateras y los cayucos. Porque la gran mayoría de las migraciones en África, aproximadamente el 80%, ocurren dentro del propio continente, y este es un fenómeno que conocemos poco, por no decir casi nada. Una migración interna que busca los focos de los países con mayor dinamismo económico, como los del norte de África, Nigeria, Sudáfrica o Costa de Marfil.

Solo dos de cada diez africanos que inician dentro del continente un proyecto migratorio tiene en su mente Europa. Y a pesar de esta vasta diferencia en magnitud, la migración intraafricana es para nosotros un fenómeno silencioso, ignorado y subfinanciado, porque los debates, la cobertura mediática y las prioridades de los donantes se centran desproporcionadamente en la fracción menor que intenta llegar a Europa, principalmente a través de la ruta del Mediterráneo, pero también la que pretende llegar a las costas canarias.

Con ello no quiero quitarle importancia ni a los miles de naufragios ni a la tragedia que viven nuestras costas cada vez que fallece una persona que intentaba alcanzarlas soñando con una vida mejor. Lo que reclamamos es que hagamos esfuerzos por conocer más y mejor las dinámicas internas de la migración intraafricana.

En Casa África dimos el año pasado un paso en este sentido cuando dedicamos nuestro Premio de Ensayo a las migraciones intraafricanas y premiamos el excepcional trabajo de investigación de un académico senegalés, Mbaye Baye Masse, al que hemos tenido el privilegio de recibir y escuchar durante el congreso Compass en Las Palmas de Gran Canaria.

Y este académico tuvo la valentía de convertirse en un supuesto aspirante a la migración para analizar cómo funciona una de las rutas migratorias intraafricanas con más historia: un corredor de 2.500 kilómetros que une Rosso (en la frontera mauritano-senegalesa) con Nouakchott (Mauritania) y Casablanca (Marruecos), una ruta que él llega a considerar para los migrantes en tránsito como un “Eldorado afro-magrebí”. El autor nos hace descubrir que este corredor migratorio constituye en sí todo un ecosistema económico, nos habla de la migración como un impulso del desarrollo territorial y de dinámicas muy curiosas, como la figura de los migrantes ‘sustitutos’, por ejemplo: personas que migran de un país a otro con el objetivo de cubrir temporalmente la baja (por accidente laboral) de un trabajador migrante en el norte de África.

Es fresco y novedoso entender las dinámicas migratorias más allá del término ilegal, clandestino, o mafia. Descubrir, por ejemplo, que alrededor de estos canales de la migración intraafricana existe un rico ecosistema económico de oficios basados en el aprovechamiento y el reciclaje, o que hay pilotos transportistas (de personas y mercancías) con asombrosos códigos de creencias, que viajan por superstición solo en los días impares del mes, y cómo todo ello afecta y condiciona la economía del corredor.

En definitiva, que en la migración transafricana hay todo un mundo que desconocemos. Y si queremos encontrar el punto justo para generar acuerdos de formación y de integración profesional de personas africanas en nuestro mercado laboral a través de la economía circular, debemos también hacer un esfuerzo por entender cómo funciona la otra orilla, que  obviamente tiene códigos culturales muy diferentes a los nuestros.

De la conferencia del profesor Mbaye Basse y a sugerencia del profesor de la ULPGC Lucas Pérez surgió un debate apasionante en el turno de preguntas: ¿cómo hacemos convivir en una y otra orilla un concepto tan diferente para cada uno como el de frontera? ¿Cómo ponernos en los zapatos de los demás para tratar de entender qué concibe el otro como frontera? decía el profesor Pérez. Y el profesor Mbaye le respondía que según lo que pudo vivir en este corredor migratorio, el propio término viaje va mucho más allá del concepto senegalés que tantas veces hemos mencionado, ese que llaman ‘Barça o Barsaj’ (Barcelona o la muerte).

Hay que entender la historia y lo que era África antes de la imposición de las fronteras para comprender que nada es blanco o negro, que hay muchos matices y detalles para entender por qué alguien abandona su casa. “La palabra que más daño le ha hecho a África es frontera”, insistía el profesor, que también admitía que ahora, con la dimensión de la seguridad y el tráfico de armas, también es impensable plantear cualquier concepto de libre circulación.

De por qué migran los jóvenes también nos habló el profesor Mbaye, y expuso que gran parte de los chavales que conoció con la idea de alcanzar Europa (los menos) y los que querían encontrar un trabajo en el camino (los más) le confesaban que habían emigrado porque en su contexto, incluso por mucho que trabajasen, eran incapaces de generar el mínimo dinero para poder ayudar a su familia. “No pueden mirar a la cara de sus familiares porque no consiguen generar nada, no hay posibilidades”.

Son muchos conceptos nuevos, pero lo que hemos aprendido con toda seguridad es que con proyectos como Compass o SeimLab (otro proyecto Interreg MAC centrado en migraciones), y en colaboración con la ULPGC y otras instituciones, estamos en el camino correcto, que es el de aprender para entender. Aprender para mejorar.

Solo aprendiendo conseguiremos parar el flujo de muertes en el mar, el horror que para todos supone seguir viendo cómo hay gente que se ahoga intentando aspirar a una vida mejor. Ignorar la dimensión y las complejidades de estos corredores migratorios en la otra orilla no hará sino perpetuar esta sangría.

La labor principal de estas iniciativas sustentadas en ayudas europeas es esencial para pasar de una gestión reactiva y simplista a enfoques científicos que argumenten qué medidas deben tomarse para promover, de una vez por todas, vías legales y seguras, vías que incidan en las carencias de nuestro mercado laboral y que ayuden a la economía de una y otra orilla.

José Segura Clavell

Director general de Casa África

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