Mientras los JJ.OO tocan a su fin, Díaz Ayuso se empeña en proteger a los empresarios madrileños de las supuestas subidas de impuestos para las rentas más altas anunciadas por el gobierno español. Al parecer, la bella y locuaz presidenta de Madrid espera de todos ellos algo más a cambio que la simple muestra de simpatía mostrada abiertamente por el conjunto del empresariado de la capital de España. Y lo que aún resulta más grave: la consistencia sólida con que dentro del PP se afianza la aparente frágil figura de Ayuso, cara, incluso, a la posibilidad de, según las últimas encuestas, poder llegar a desbancar, con la suficiente ventaja, al mismo Pablo Casado de la cúspide del partido al que ambos pertenecen.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, en comandita con su alcalde, pretende hacernos creer que la gobernabilidad de la capital de España depende sólo de ellos y no del gobierno central del PSOE. Y en tal sentido están trabajando afanosamente, eludiendo directrices sanitarias que, pese a las recomendaciones, tratan de influir en favor de un determinado sector económico de la capital que con toda seguridad terminará premiándoles con su voto en unas próximas elecciones municipales.
Dolores de Cospedal ha sido llamada a declarar como imputada en la difícil operación Kitchen que todavía se lleva a cabo por las autoridades pertinentes. A criterio de muchos, menos del de Pablo Casado, las implicaciones de la Dolores en el caso parecían ser de una transparencia muy fuera de lo común, a pesar de las decenas de coartadas presentadas en su favor y que hizo valer en su apretada numantina defensa.
Sus señorías continúan de vacaciones mientras los atletas españoles se baten el cobre hasta el último día allá en Japón. Ni que decir tiene que la discreta participación de nuestros atletas en unas olimpiadas se encuentra en perfecta sintonía con todo aquello que se traduce de la participación de nuestros mediocres políticos en el seno del parlamento español.
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Licenciado de Historia del Arte y Bellas Artes
