lunes, noviembre 3, 2025

Es Navidad

Seguimos resistiendo. Los meses, los diez meses transcurridos empiezan a pesar en nuestros cuerpos, en nuestras almas y en nuestros corazones.

Los comienzos fueron desconcertantes. Incomprensibles y trágicos. ¿Quedarse o huir? Decidimos quedarnos. Vivimos con inmenso dolor y respeto la salida de familiares y amigos.

Entre los ruidos atronadores y estridentes empezamos a experimentar con miedo y temor lo que iba aconteciendo. El sonido de las alarmas antiaéreas nos empujaba a los refugios. Era el momento de las bombas. Al silenciarse, nos asaltaban las dudas: ¿qué encontraremos al salir?

La destrucción y la desolación se apoderaba de lo que antes eran nuestras bonitas ciudades. Pero todavía no era el final.

La falta de electricidad y de gas a algunas horas nos obligaba a modificar nuestros horarios. Había que adaptarse. Nuevos tiempos para cocinar y comer, nuevos tiempos para dormir, nuevos tiempos para trabajar.

De la escasez pasamos a la total carencia de fuentes de energía. Y regresamos, sin quererlo, a vivir en el siglo XVIII con la única diferencia de que nosotros creíamos ser ciudadanos del siglo XXI.

Estábamos acostumbrados a abrir el grifo y tener agua, a cocinar en nuestras cocinas, a encender nuestras lámparas, a poner nuestras calefacciones… El clima en el que hemos nacido se nos hacía extraordinario y mucho más duro de lo que siempre fue. Riguroso, crudo e inclemente. Los veinte grados bajo cero en nuestras calles desiertas lo hacían diferente. Nada era igual que antes.

¿Cómo seguir?

Nos han robado la cotidianidad y la rutina, nos han usurpado las costumbres, el tedio y el aburrimiento, las pequeñas discusiones, los bostezos y hasta el hastío.

Nos han despojado de nuestras risas, de las bromas y las alegrías. También de los momentos de júbilo y regocijo, de las fiestas y las reuniones con familiares y amigos. Nos han sustraído los paseos con nuestros hijos, los juegos en parques y jardines. También nos han arrebatado nuestras excursiones al campo y a las montañas.

Evocamos continuamente tiempos mejores. Tiempos pasados. Reímos poco y a escondidas.

Vivimos una estúpida guerra ¿Hay alguna que no lo sea?

Una invasión. Una relación escandalosa de muertos. Miles de inocentes que no habían hecho daño a nadie. Un inventario impúdico de desaparecidos. Un número indecoroso de heridos, lisiados y tullidos. Una lista obscena de exiliados. Un único país destruido.

Se acercan las Navidades. ¿Navidades blancas?

No. Nuestras Navidades están teñidas de sangre, de violaciones y muerte. Navidades oscuras. Navidades sin luz. Navidades rebosantes de soledad, tristeza, ahogo y abatimiento. Se nos acaban las fuerzas y el ánimo. Nos inunda el temor, el miedo y el desconsuelo.

¿Quedará alguien para reunirnos?

Los que aquí quedamos, estamos sin hijos, sin padres, sin maridos, sin mujeres, sin parientes, sin amigos, sin vecinos…

Un país barrido, devastado y herido de muerte por generaciones. Con dolorosas heridas en el alma. Con los corazones rotos. Sin alegría, sin risas, sin canciones, sin luces y bullicio, sin júbilo, sin felicidad y regocijo…

Mañana es 25 de diciembre.

Mañana, sacaremos fuerza de nuestra debilidad.

Juntos y con esperanza celebraremos una nueva Navidad.

Doctora en Derecho.

Licenciada en Periodismo

Diplomada en Criminología y Empresariales

 

 

 

 

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