La famosa equis en la declaración de la renta a favor de la iglesia católica… que la pongan los catalanes. Que los casi trescientos millones anuales los recuperen en los cepillos de sus iglesias y sus acólitos sufraguen a los que hacen apología del independentismo ilegal.
Es cierto que los grandes damnificados serían las instituciones que ayudan a los más necesitados, pero ya está bien; resulta insultante que desde las más altas instancias del clero español se justifiquen indultos y devaneos inconstitucionales penados por el Supremo.
Los obispos y curas catalanes propagadores del odio a España, en lo que respecta a mí, ya ha tocado fondo. No solo tenemos que soportar a ese presidente con nombre de fruta y aguantar a esos tertulianos y tertulianas con voz engolada y acacharrada despotricar de todo lo que huela a español; si no que aceptar como se menosprecia al resto de ciudadanos a través del Jefe del Estado.
Lo mismo da que sea rey o presidente de república, la más alta representación del Estado no puede ser menospreciada. El presidente frutero y el presidente guapo festejaran su onomástica juntos, se cogerán de la mano a la entrada y a la salida; el mismo día, el Tribunal de Cuentas tendrá que ajustarlas –quitar piedras– con un buen puñado de indepes.
Volviendo a los curas, dicen: “estamos convencidos de la fuerza que tienen el diálogo y las medidas de gracia en todas las situaciones de conflicto” o también: “El logro de un recto orden social que permita el desarrollo de toda la sociedad necesita algo más que la aplicación de la ley”. No se puede ser más impresentable.
Los curas son los primeros que dicen aquello del “propósito de enmienda”, algo que los golpistas catalanes no han entonado, ni lo piensan hacer. Supongo que lo próximo que harán será modificar Los Mandamientos para que los estelados no se sientan ofendidos y cambiarán, por ejemplo, el séptimo y octavo. Lo dicho: ¡Qué me excomuguen! Amén.–Confucio.
