No soy quién para juzgar lo que en la prensa y televisión se viene comentando a propósito de Íñigo Errejón. Si bien, no comparto en absoluto los delitos de índole sexual que haya podido cometer contra aquellas mujeres que, aunque tarde, estos últimos días han decidido denunciarle públicamente.
El hecho de dimitir de los cargos públicos cosechados hasta el momento pone de manifiesto, aunque también tarde, su voluntad de arrepentimiento por los supuestos graves delitos sexuales que, a lo largo de estos últimos años, hayan podido sufrir algunas mujeres de su entorno y de los que le acusan de manera formal y firmemente.
Un joven culto y todavía prometedor se ha visto envuelto en la vorágine de la popularidad política de nuestro país sin apenas darse cuenta de que, con su actitud machista, trataba de zafarse de todo el discurso que él mismo, dentro de los distintos partidos a los que perteneció hasta hoy, había cosechado en favor de los derechos de la mujer. Derechos mutilados durante tantos años y que gracias a partidos como Podemos lograrían una eficaz reparación política para devolverles la integridad que de los mismos venían persiguiendo sin descanso.
En cualquier caso, ante la ley no vale sólo con denunciar las circunstancias del supuesto delito sino que, además, habrán de probarse convenientemente; y en eso estamos.
En su favor he de decir que, por lo que a mí me consta, Errejón ha sido el primero de los muchos políticos de este país en aceptar un delito de carácter tan especial y por cuyo motivo ha decidido, además, retirarse voluntariamente de la vida pública y ponerse a disposición de la justicia si fuera menester ante la gravedad de los hechos que puedan imputársele y que él mismo ha confesado y por los que finalmente ha sido repudiado.
Pero muchos otros han venido ocultándose durante años detrás de la vergüenza y el miedo que las mujeres sufren como consecuencia del poder social, político, económico, artístico, etc. que a tales depredadores les sirven como sólidos e inexpugnables escudos contra los que a menudo colisionan jueces y fiscales cuando son denunciados por las víctimas de una agresión de tales características sexuales.
De manera que aún, por desgracia, es todavía temprano para que los derechos y libertades de las mujeres alcancen el paradigma de sus reivindicaciones mientras continúen sometidas a las voluntades de aquellos que por su condición de estatus social, laboral o político afianzan su predominante patriarcado.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
