El gran golfo de Trump pretende ahora rebautizar el también llamado Golfo de México por el de Golfo de América en razón a su pertenencia a un litoral anexionado por la fuerza y arrebatado en su día en una sangrienta guerra al entonces estado azteca y cuyo clima y litoral abraza todavía con descaro al mítico Mar Caribe.
El recién elegido Presidente de EE.UU. pretende ahora que el resto del mundo se organice de común acuerdo de modo que pueda adquirir toda la producción de automóviles marca Tesla como compromiso por los favores prestados y contraídos con su amigo Elon Musk y que le permitiría saldar la deuda contraída con éste durante la campaña organizada en favor de su elección como inquilino de la Casa Blanca. De manera que la guerra comercial ya ha comenzado en forma de aranceles de largo alcance destinados, entre otros, a la Comunidad Económica Europea y a China, así como a un puñado de países latinoamericanos amén de otros muchos del resto del mundo conocido.
A tenor de las especulaciones políticas que, según los expertos, gravitan sobre las razones de si la aventura de Trump pudiera alcanzar las postrimerías de su mandato presidencial, no parece tan claro que su política internacional no sufra ningún deterioro interno que ponga en tela de juicio el popular eslogan que incita a tener que creer que, efectivamente, America First y el resto del mundo después.
La Constitución americana prueba (en no sé qué enmienda) que cualquier ciudadano de a pié puede incluso alcanzar la Presidencia de los EE.UU amparado únicamente en una democracia que defiende todos sus derechos hasta tal extremo, pero eso no deja de ser una falacia del mal llamado Sueño Americano con el que los americanos se justifican a sí mismos y con el que también han hecho comulgar al resto del mundo.
Donald Trump no deja de ser ese ciudadano cualquiera, sólo que es multimillonario.
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Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes
