jueves, noviembre 6, 2025
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Lección Magistral Curso 2021/22 Universidad de Santiago de Compostela

Lección Magistral impartida por Paloma Fisac de Ron en la Universidad de Santiago de Compostela con motivo del Patrón Santo Tomás de Aquino, acto presidido por el Rector Magnifico de esta institución don Antonio López.

Magnífico Señor Rector, señores Vicerrectores, Autoridades Académicas, Doctores, Profesores, familiares y especialmente mi madre, mi marido y uno de mis tres hijos, presentes hoy aquí.

Me dispongo a leer la lección magistral del curso 2021-2022, con ocasión del Santo Patrón Tomás de Aquino. Lo hago no por méritos especiales sino por haber conseguido llegar a ser de las más antiguas del cuerpo de Titulares de Universidad en el Campus de Lugo.

La más antigua, pero no la que menos pasión tiene por su trabajo, pese a los años transcurridos. Lo que empezó siendo un aprovechamiento de tiempo para dilucidar las oposiciones que quería preparar, se convirtió en una vocación y el destino que consciente y deliberadamente he querido darle a mi profesión.

La vocación a la que hemos sido llamados hace de nuestra vida profesional un regalo. Estoy en la Universidad como docente desde que obtuve una beca para dar mis primeras clases en quinto de carrera. Pese a los muchos años que han pasado nunca he dejado de estudiar. Acabé mi carrera cumplidos los veinte. A los 50 estudié Periodismo y ahora para celebrar que tengo 60 estoy estudiando el Grado de Criminología.

Además de gustarme los estudios me ha apasionado la investigación. Cada libro, cada artículo, es uno de nuestros hijos intelectuales, hijos que nos dan muchos problemas durante su gestación, y alegrías cuando por fin nacen a la vida. Forman parte de nuestro ser, de nuestra esencia como profesionales.

Por último, las clases. Muchos docentes vivimos con ese gusanillo que un día se alojó en nuestro cuerpo. No he dejado de sentir el cosquilleo y los nervios en los primeros contactos con cada generación nueva de alumnos. Tampoco ha desaparecido la ilusión de renovar conocimientos e innovar formas para transmitir las muy variadas materias que la Universidad ha ido decidiendo (a veces, caprichosamente) a lo largo de mi carrera.

Es verdad que nuestro sueldo refuerza holgadamente el mantenimiento de todas estas ilusiones y alguna otra que omito.

Dicen que Quien puede vivir y hacer lo que le apasiona no tendrá que trabajar ni un solo día en su vida. Y aquí estamos para demostrarlo.

Empezamos el antepasado curso con normalidad, y desde hace más de dos años, el coronavirus que azota el mundo nos ha dejado claro, al menos dos cuestiones. Primero, partiendo de que “La Universidad es el templo de las ideas, templo del saber, del conocimiento” (como decía Albert Einstein), y que lo que «Lo que conduce y arrastra al mundo no son las máquinas, sino las ideas» de Víctor Hugo, afirmamos que es la Universidad, la institución en la que se recibe la formación y el aprendizaje de la investigación, quién siembra las ideas y el conocimiento que puede cambiar el mundo (la vacuna y el tratamiento para su cura en el caso que nos ocupa). Segundo, protagonizamos un cambio de era o época. Estamos viviendo la globalización, la digitalización, el Internet de las cosas, la robótica… Los cambios sociales, políticos, económicos y otros hacen imposible una previsión de futuro, ni siquiera del más inmediato. Y mientras, se acentúan los problemas que arrastramos del siglo XX (fanatismos y nacionalismos excluyentes, terrorismo, refugiados, contaminación, falta de acceso al agua potable, hambre, desigualdad…) las viejas instituciones tendrán que renovarse o sucumbirán. La Universidad tiene un reto importantísimo ante sí, y deberá responder a los nuevos desafíos que le demande la sociedad. Si no lo hiciera desaparecerá sabiendo que “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, como decía Nelson Mandela, y que “Necesitamos universidades que formen ciudadanos y no súbditos”, como señala Mayor Zaragoza, y “No es tarea de la universidad ofrecer lo que la sociedad le pide, sino lo que la sociedad necesita”, como señalaba Dijkstra.

De ideas, de libertad de expresión y de derecho a la información como una de las libertades que sostienen el Estado de Derecho y la democracia versarán las nociones que expondré a continuación.

Y sin más, entro en el tema elegido para la lección magistral.

Recordando mi docencia en la Facultad de Periodismo, quiero hacer un guiño a los periodistas del futuro y a todos los ciudadanos que formamos parte activa y protagonista de esta sociedad.

1 “Si tuviera que decidir si debemos tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin un gobierno, no vacilaría ni un instante en preferir esto segundo”. Thomas Jefferson (1743-1782). Tercer Presidente de Estados Unidos de América.

Nuestro punto de partida es la caída del Antiguo régimen y el nacimiento del Estado liberal de Derecho, caracterizado por el imperio de la ley y la separación de poderes. Al grito de Muera el rey, vivan las leyes se reivindicó la supremacía de la ley. El imperio y supremacía de la ley se expresa en que la norma tiene que ser elaborada por el poder legislativo, que representa a todos los ciudadanos. Ya lo decía Marco Tulio Cicerón ”Seamos esclavos de las leyes, para poder ser libres”.

La separación de poderes se la debemos a Rousseau y su obra El contrato social, y a Montesquieu y a su obra El espíritu de las leyes. Los poderes son el legislativo (Parlamento), el ejecutivo (Gobierno) y el judicial (Tribunales de Justicia).

El Estado de Derecho supone un frágil equilibrio entre los poderes del Estado. Si me permiten el símil cuando Mufasa enseña a su hijo Simba su reino en El rey león, le dice: “Todo cuanto ves se mantiene unido en un delicado equilibrio. Como rey, debes entender ese equilibrio y respetar a todas las criaturas, desde la pequeña hormiga hasta el veloz antílope”.

Entre los poderes del Estado existe un difícil equilibrio. Para garantizar la separación entre ellos y puesto que “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”, en palabras de Lord Acton, aparece un actor que vigila de cerca a los poderes del Estado. Es el llamado “cuarto poder”, calificativo profético que le dio a la prensa Burke en el siglo XVIII por su influencia en los años previos a la revolución francesa, antes de que se produjera la época de los poderosos medios de comunicación.

Con sana envidia rememoramos una época idílica que se vivió en España con la Constitución de Cádiz cuando reconocía que “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación,…” (artículo 13). De vuelta a nuestra realidad, conviene recordar el papel esencial que cumple la libertad de prensa y la libertad de información en la vigilancia de esa separación y la denuncia de los posibles abusos o arbitrariedades de los poderes.

El Estado, que es soberano, se sostiene en la soberanía del pueblo a la que todos los poderes están subordinados. No es un poder absoluto, ya que el propio Estado se somete al Derecho, que se orienta a la búsqueda de la paz y al cumplimiento de las leyes que procuran el bien público.

Al Estado soberano de Derecho se sumará el concepto “democrático”, que supone la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas. Ya señalaba Teodoro Roosevelt: “Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser grande o democracia”.

El Estado es “social” ya que la norma suprema fija los objetivos y prestaciones que el Estado debe cumplir en beneficio de la comunidad.

Sin el Estado de Derecho todo lo que viene a continuación carecería de sentido. Sin Estado de Derecho, no hay democracia, ni Estado social, ni libertades y derechos.

Las libertades y derechos fundamentales son la gran conquista de la sociedad moderna, al limitar el poder de los gobiernos. ”El secreto de la paz está en el respeto de los derechos humanos” tal y como afirmó Juan Pablo II.

Un Estado democrático se sustenta y consolida en el derecho a la información que tiene una trascendencia política decisiva. La sociedad ha de estar bien informada, ya que sin información no hay democracia, ni tampoco libertad.

La información, además, ha de ser plural, como reflejo y expresión de la libertad ideológica. La falta de pluralismo informativo niega la existencia de libertad ideológica y del derecho a la información. Nuestro Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa señala que el pluralismo y la salud democrática de un país se puede medir evaluando la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espíritu crítico de sus diversos medios de comunicación

El derecho a la información contribuye, además, al desarrollo pleno de otros derechos.

Sin el derecho a la información veraz y objetiva no existe el derecho al libre desarrollo de la personalidad. La dignidad de la persona se refuerza con el derecho a la información. Sin él desaparece, porque la falta de información nos convierte en seres fácilmente manipulables. José Ingenieros afirmaba:”Así como los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos”, o, ”En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle”, tal y como afirmó Gandhi.

El derecho a la información está íntimamente relacionado con la libertad ideológica ya que las personas elaboran sus pensamientos y sus planteamientos ideológicos a partir de la información que reciben. Y así, los enfoques únicos de la realidad, propios de sistemas totalitarios, ponen de manifiesto la falta de libertad ideológica. Ya sabemos que “Si todos piensan igual, ninguno piensa”, o “Cuando hay mucha gente que piensa lo mismo hay muy poca gente pensando”.

El derecho de sufragio es la expresión del derecho a participar en política, la libre expresión del pueblo, la manifestación del pensamiento de sus ideas políticas y de la elección de los gobernantes. Para el ejercicio del derecho al voto la verdad informativa es imprescindible. Los medios de comunicación se convierten en el soporte de los ciudadanos al ofrecer información veraz, y las ideas y opiniones plurales de la sociedad en la que viven. Solo cuando se recibe la verdad de los hechos se puede actuar con libertad, y por tanto emitir un voto.

La información es también imprescindible para la libertad de expresión. Solo con información, podremos formar un criterio propio y un juicio crítico. El juicio crítico es el punto de partida para elaborar internamente una opinión o una valoración sobre los hechos.

La libertad de expresión ampara la manifestación y difusión de pensamientos, ideas opiniones, pensamientos, críticas, convicciones, sentimientos y emociones. Se trata de la emisión de juicios y evaluaciones o valores personales. También, está relacionada o unida con la libertad ideológica y el derecho a la educación.

La libertad de información alude a la narración de hechos o sucesos acontecidos, que permitirán la comprobación de la veracidad de lo informado.

La libertad de información se distingue por su trascendencia pública, y la libertad de expresión tiene la virtualidad de convertirse en opinión pública.

Todos los derechos fundamentales tienen límites. El derecho a la información tiene como límites el honor, la intimidad y la propia imagen. También está protegida la información sobre menores de edad, datos personales y secretos del Estado.

Respecto a la libertad de expresión, nuestros Tribunales reiteran que no existe el derecho al insulto. El insulto expresa o representa el límite de la libertad ideológica que no admite albergar ideas intolerantes e irrespetuosas con la libertad de los demás.

La censura previa nunca podrá admitirse como un límite (ni de la información ni de la opinión). La Constitución Española de 1978 la prohíbe expresamente.

Ningún gobierno podrá decir qué es lo que se puede y qué no se puede emitir, publicar o difundir. No puede admitirse un Ministerio de la verdad.

2 “Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia”. Albert Einstein (1879-1955). Físico alemán nacionalizado estadounidense.

Destacado el frágil equilibrio del Estado democrático de Derecho y la difícil vigencia de los derechos fundamentales pese a su proclamación, analizaremos los peligros que afronta hoy el derecho a la información y a la libre expresión.

No es un tema baladí. Nos jugamos mucho individualmente y como sociedad. Ya lo señaló Thomas Jefferson: “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”.

La comunicación de masas ha sido un elemento esencial en los sistemas democráticos. En la actualidad coexisten en la televisión dos importantes fenómenos que la ponen en peligro: la mediocracia y la tele democracia. En ambos, se produce un aprovechamiento recíproco de los agentes políticos y los medios de comunicación para transmitir una determinada ideología política, a través de la propaganda.

Las nuevas tecnologías inciden directamente en la comunicación, y han cambiado el consumo de noticias. Un importante porcentaje de la población se informa a través de las redes sociales. La digitalización de la noticia permite su difusión a un público masivo a través de Internet. La frecuencia y renovación de la información ha ido reduciendo su tiempo. De hora a hora, de minuto a minuto, y con Internet de segundo a segundo. Hoy, prevalece la inmediatez de la noticia, propia de las redes sociales, arrinconando el valor de la fiabilidad.

Las redes han ocupado el lugar de los medios de comunicación, pese a que no lo son, y dificultan el ejercicio profesional del periodismo.

Internet permite acceder a la mayor cantidad de material informativo que jamás nadie imaginó. Parecía que iba a cambiar y transformar el mundo abriendo una ventana a todas las ideas. Pero, la personalización de los contenidos debido a la burbuja de filtros, sobre todo en las redes sociales, crea un entorno ficticio afín a nuestras ideas. Las noticias son a la carta frente al escrutinio de la prensa profesional.

Los filtros provocan la radicalización de las ideas en las redes sociales, ya que las opiniones se extreman y se acentúan. Las diferencias de los usuarios se llevan al límite, propiciando la polarización. El discrepante es tachado de tibio. No se deja espacio a los matices, que tan importantes son.

El derecho a la información y la democracia están en riesgo con las redes sociales. Hay que corregir el rumbo, reivindicando espacios de pensamiento, sabiendo que la humanidad solo es libre si está bien informada. La libertad requiere más orden que la tiranía.

Los tres peligros que atenazan el horizonte son la propaganda y la desinformación; las mentiras, bulos y patrañas; y la pos verdad.

  1. La propaganda y la desinformación

La propaganda es manipulación y tergiversación. Elimina los hechos, pero mantiene los conceptos que conforman una determinada ideología. Su finalidad es influir sobre sobre las actitudes emocionales de otros, sobre sus ideas, juicios y acciones.

Los populismos que asolan el mundo y se extienden como una mancha de aceite, se basan única y exclusivamente en la propaganda de cualquier signo, constituyendo otro de los grandes retos de la sociedad actual. Ya lo decía Goebbels, uno de sus insignes maestros: “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil”; “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”; “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”

La protección constitucional del derecho a la información no ampara la desinformación, ni la manipulación informativa, ni las noticias deformadas, ni las opiniones tergiversadas.

  1. Noticias falsas o desinformación

Las mentiras, bulos, patrañas o noticias falsas, fake o deep news han existido siempre. La novedad es que las redes sociales las propagan de forma exponencial, haciendo más difícil y complicada la verificación de la información. Es un fenómeno a escala mundial, y no hay ámbito de información que se libre de ellas.

Las noticias falsas siembran dudas, exageran, inducen a error, manipulan o mienten sobre acontecimientos sucedidos; desprestigian o enaltecen entidades o personas. Su contenido es inventado o completamente falso, omiten contenido, sesgan noticias o utilizan imágenes que no se corresponden entre sí, variando su sentido o contexto.

Las noticias falsas persiguen intereses ideológicos y su objetivo es la desestabilización de la sociedad, la contaminación de la esfera pública, el enfoque del pensamiento y el condicionamiento y manipulación de la opinión pública. Propagan el odio, el miedo y la confrontación entre la población, con consecuencias muy peligrosas para la sociedad.

La propaganda informática es una de las herramientas más poderosas contra la democracia. Ataca de plano al derecho a la información amenazando la credibilidad de los medios y anula la capacidad de discernimiento de la verdad frente a la mentira.

La revolución informativa llega a través de nuevos actores. Suplantan a las fuentes genuinas. No son periodistas, son blogger, bots y sus ejércitos, ciberbots, trolls y sus granjas, hackers y cracker (1) y perfiles falsos.

Los ciudadanos nos hemos convertido en datos para miles de algoritmos y, con ellos, no solo hacen negocio las empresas, sino que dificultan hasta el extremo las dudas sobre los bulos diseñados a propósito, y de forma especial, si se han hecho virales (2).

  1. La pos verdad

El último peligro actual es la pos verdad. El mejor modelador de la opinión pública no son los hechos objetivos sino los llamamientos a la emoción y a las creencias personales. Se acude, por eso, a las mentiras emotivas, que distorsionan deliberadamente la realidad, pero moldean más fácilmente a la opinión pública, influyendo en las actitudes sociales.

En la pos verdad, la verdad pasa a un segundo plano. La apariencia de verdad es más importante que la verdad misma. Se asemeja a la mentira o a la falsedad. No es propaganda en sentido estricto, pero la comunicación y el eufemismo se utilizan como instrumentos de manipulación y propaganda.

Según algunos expertos hemos entrado en la era de la pos verdad política, que pone en jaque a la democracia.

Como conclusión de todos los peligros expuestos hay que señalar que cualquiera de las situaciones descritas desvirtúa el sentido verdadero y objetivo de la comunicación, impidiendo la comunicación política y, en última instancia, la formación de una opinión pública plural.

Estamos ante un cambio de paradigma respecto al derecho a la información.

En los medios de comunicación el derecho a la información origina distintas clases de responsabilidad garantizando así la fiabilidad y la veracidad de la información. Mientras, la información que proviene de las redes sociales, en su mayoría, procede del anonimato, por lo que no hay responsabilidad. Las burbujas de filtro hacen que las noticias falsas sean rentables.

El periodismo como servicio público impide un mundo de ideas servidas a la carta. En cambio, la personalización de los contenidos de las redes, debido a la burbuja, reafirma y tiende a la creación de un entorno ficticio afín a sus ideas. Las noticias son a la carta, frente al escrutinio de la prensa profesional.

Por último, es mucho más barato crear noticias falsas que producir noticias de verdad y calidad.

La solución a todos estos problemas es la defensa a ultranza de la libertad de información en lo que se refiere a la información veraz. Nos jugamos única y exclusivamente la libertad. Y como señalaba Miguel de Cervantes: “La libertad, querido Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

Una sociedad menos informada es una sociedad menos libre. Los medios de comunicación tienen que ganar el espacio perdido y para ello se enfrentan a un enemigo muy poderoso. A ese enemigo solo se puede combatir con varias herramientas:

  • la mejora de los medios de comunicación y sus profesionales para que inspiren seguridad y confianza haciendo frente a las noticias falsas, lo cual no es tarea fácil
  • la revalorización de contenidos, demostrando las diferencias entre un buen trabajo de periodismo y el de un aficionado
  • la utilización por parte de los medios de comunicación de cualquier plataforma tecnológica para comunicar.

 

  1. “Felices son aquellos que se atreven con coraje a defender lo que aman”. Publio Ovidio Nasón (43 aC-17 dC). Poeta romano.

Analizados someramente los problemas a los que se enfrenta la información y la libre expresión no podemos renunciar a la lucha. Es la hora de los profesionales de la información. El reto es difícil, pero nuestra libertad está en juego.

Veamos el ejercicio de la libertad de información y la libertad de expresión.

“Que la libertad de prensa es uno de los grandes baluartes de la libertad y no puede ser restringida jamás, a no ser por gobiernos despóticos” se reconocía ya en la Declaración de Derechos de Virginia de 1776 (artículo 12).

La libertad de prensa exige un espacio protegido para la libre circulación de noticias y para la libre difusión de ideas y opiniones. Sin derecho a la información no hay una sociedad democrática porque ésta se nutre con opiniones diversas.

La prensa representa un interés vital en la sociedad. A ese beneficio se refiere el Tribunal Europeo de Derechos Humanos representado en la figura del perro guardián, indispensable al aportar informaciones sobre cuestiones de interés público.

Sólo la información veraz está protegida, y por su trascendencia social, será exigible una responsabilidad. Eso no significa que la realidad sea única, ya que una misma realidad puede ser enfocada desde muy diversos prismas, y eso no hace sino enriquecerla.

La información deformada y la ausencia de información plural entorpecen el ejercicio de otros muchos derechos de los ciudadanos. Por eso, los profesionales de la información están protegidos por dos derechos que garantizan su labor: la cláusula de conciencia y el secreto profesional.

Los periodistas tienen que hacer frente a importantes retos que les exigirá una sólida preparación para enfrentarlos. Les ha llegado la hora del “Aprende del ayer, vive para hoy, ten esperanza para el mañana. Lo importante es no dejar de hacerse preguntas”. Albert Einstein.

No cabe duda de que su posición de partida es de desventaja. Mientras que a los profesionales se les obliga a formarse, la web acepta a cualquiera debido al anonimato existente y al espacio inabarcable de la red. Además, los periodistas tienen responsabilidad mientras que en Internet no existe por el anonimato reseñado.

Hay otra responsabilidad intangible de los periodistas relativa al honor, honestidad, reputación o conciencia profesional al difundir información como parte de un deber cuasi sagrado. La contravención de ese compromiso ha originado una reacción social de falta de credibilidad hacia los medios de comunicación, conduciendo al abismo a los profesionales de la información, tal y como demuestra la historia (3).

La defensa de la libertad de información frente a los atentados contra su independencia será otro reto para los periodistas. Para ello, nada mejor que reconocer el trabajo y la voz de los periodistas que pierden su vida en cumplimiento de su deber, luchando contra la censura provocada por los excesos de los poderes públicos, y garantizando la seguridad del periodismo en Internet y fuera de la red.

Su formación exigirá colmar los retos de la educación y la innovación. A la hora de informar se les demandará coraje, rigor y ecuanimidad.

Deben guiarse por el espíritu crítico que debiera estar presente en toda persona, y de forma especial en el ejercicio profesional del periodista. Si el espíritu crítico ayuda al hombre a ser libre, el periodista está llamado doblemente a permanecer fiel a ese espíritu crítico (como hombre y como profesional).

Los periodistas perseverantes en su papel vigilante de los poderes públicos y fácticos del Estado deben luchar por la libertad de opinión.

El periodista no solo difunde información veraz también comenta, enjuicia las noticias, los sucesos y cualquier otro dato, lo que constituye el contenido de la libertad de expresión. “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”, como decía Voltaire.

Lo hacen como colectivo especialmente comprometido con la libertad de expresión y también al margen de sus diferencias ideológicas para combatir las tentativas de implantar, de una forma más o menos soterrada, el delito de opinión, que es la censura más peligrosa.

No debe temer la disparidad de criterios, ya que la libertad de expresión beneficia al periodista como la pluralidad informativa beneficia al ciudadano. El periodista debe tener especial cuidado con la descalificación, tan habitual en la sociedad española. Colectivamente lesiona su labor y trabajo profesional incapacitándolo como profesional y desprestigiándole como persona.

El respeto a la dignidad y la evitación de la intolerancia son el fundamento de una sociedad democrática y pluralista. Y en tal sentido, deben rechazarse los tan habituales discursos del odio y los discursos fóbicos.

  • El discurso del odio restringe la libertad de expresión, permitiendo solo un tipo concreto de mensajes, lo que favorece la arbitrariedad de quién decide qué contenidos son legítimos y cuáles no. Además, apela a la violencia y a la destrucción del propio sistema democrático, con independencia de su fin (discriminatorio frente a colectivos por sus condiciones étnicas, religiosas, políticas, culturales o sexuales).
  • El discurso fóbico fomenta el rechazo y la exclusión de la vida política o la eliminación física de quienes no comparten el ideario de los intolerantes.

El Tribunal Constitucional ha declarado reiteradamente que no cabe imponer un modelo de democracia militante.

La libertad de expresión tiene también una dimensión institucional por la existencia de una opinión pública libre, clave en una sociedad democrática.

A la hora de defender una opinión o una valoración sobre hechos o actuaciones, el periodista no debe dejar de lado la pasión y el entusiasmo. Debe estar comprometido con ella al ser uno al ser uno de los baluartes de su trabajo.

La sociedad civil en general o los ciudadanos tenemos nuestro papel. No solo de “oyentes”, como decimos en la Universidad, sino como partícipes y protagonistas en la sociedad que nos ha tocado vivir.

La mayoría social se enfrenta a la incapacidad de distinguir entre lo que es información y lo que no lo es, haciendo imposible el discernimiento entre la realidad y la ficción, la noticia verdadera y la noticia falsa.

La capacidad de influencia de las plataformas digitales plantea muchos interrogantes sobre las noticias (su forma de aparición, características, fuentes…). El desafío que tenemos es multidisciplinar. Afecta al derecho, al periodismo y a la ingeniería informática. Exige redefinir los parámetros sin restringir el pluralismo.

El derecho a la información y la libertad de expresión están en nuestras manos. Por su trascendencia no debemos permitir que nadie nos prive de una y otra.

Y concluyo, si empecé mi intervención hablando de la Universidad, terminaré con una nueva referencia a ella. En concreto, invito a la Facultad de Ciencias de la Información de esta Universidad, a que no descuide la formación de los futuros profesionales.

El periodista debe aventurarse en el saber y en el conocimiento. La sociedad necesita a profesionales formados y cualificados, imprescindibles para una sociedad bien informada. Deben conocer las dificultades para emprender una lucha denodada contra ellas.

El espíritu crítico le permitirá promover información independiente, imprescindible para que la sociedad a la que sirve disfrute de otros derechos fundamentales que se sitúan en su órbita. Solo así, los periodistas contribuirán a la libertad ideológica y al pluralismo informativo.

Por último, no deben renunciar al libre pensamiento y al libre discurso. Deben recuperar la libertad de plantear ideas al margen de su corrección política, que lo único que hace es cercenar su libertad ideológica, siendo conscientes de su deber cuasi sagrado y la importante función que cumplen en un Estado de Derecho.

Muchas gracias

(1) Hackers y cracker: Uno y otro son expertos en colarse en sistemas. Hacker: Puede programar y facilitar la información para ponerla al alcance de todos; o, detectar errores o fallos en sistemas informáticos informando a los desarrolladores del software de las mejoras sobre seguridad. No siempre buscan la seguridad informática; en ocasiones buscan la manipulación. Cracker: Realiza estas tareas con propósito ilícito.
(2) Las noticias falsas alcanzan hasta un 70% más de retuits que las verdaderas, siendo mayor entre personas con menos formación. Algunas fake stories han superado a los mejores reportajes del planeta. Incluso, existen webs creadas para la difusión de noticias falsas que obtienen lucro económico o importante rédito político.
(3)  Los medios de comunicación animan, estimulan y movilizan a la opinión pública. Esa opinión pública empuja a los gobiernos a tomar decisiones e intervenir o no en un conflicto armado. La historia del periodo de entreguerras es un claro ejemplo. Durante el mismo se puso de manifiesto que los periodistas se dejaron llevar por la propaganda, por los poderes fácticos, perdiendo su misión de transmitir información veraz, y se desencadenaron gravísimas consecuencias. En la historia del periodismo, el período de entreguerras es una de las etapas más negras. El deterioro del periodismo alcanzó cotas inusitadas. La falta de credibilidad en el periodismo y en los periodistas supuso un enorme coste y una lucha ingente para recuperar la credibilidad. Este hecho, por sí solo, debería ser determinante para que los periodistas conocieran la historia, y no caer en los mismos errores que sus antepasados en el oficio.
Doctora en Derecho y Licenciada en Periodismo
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