Liderar o crear empresas en cualquier sector tiene un gran precio. Entre otros, el precio de la mentira.
¿Qué puedo decir después de haber creado algunas? Siempre he pensado que más de un consejo de administración de una línea aérea, si no tiene vocación de permanecer en el sector, acaba recurriendo a la mentira.
Trabajé en una empresa aérea que tenía ciertas raíces vinculadas a la mafia, y llegué a saberlo y a ser plenamente consciente de ello. A veces cargamos nuestra ira contra ese tipo de compañías, esperando que otros proyectos, con personas de teórica alta reputación, logren hacernos olvidar el mal trago. Pero debo manifestar que no ha sido así. Hay gente sin escrúpulos en los bajos fondos, sí, pero también existe un tipo de corrupción entre los de “cuello blanco y corbata”. Y lo digo con conocimiento de causa.
Personas que adoptan una postura de silencio voluntario ante la verdad, un silencio que equivale a una mentira, porque encubre y oculta esa verdad.
He conocido el “silencio como cómplice”. El silencio es la peor mentira.
He intentado perdonar las mentiras. Pero la mentira es un escudo que utilizan personas sin escrúpulos para hundir a otros. Yo no puedo perdonar ni olvidar las mentiras ni sus facciones. Recordaré siempre a esos malditos murmuradores, gente que oculta la verdad para su propio beneficio, destruyendo la vida de otros seres humanos. Quienes te hacen daño buscan, ante todo, hacerlo de tal manera que el perjudicado no pueda defenderse.
