Si he de ser sincero, nunca antes les había votado, aunque decir nunca no significa mucho por cuanto las elecciones generales en éste bendito país sólo tienen lugar una vez cada cuatro años y ellos aún pueden permitirse el lujo de presumir de considerarse un partido relativamente joven, pero a mi parecer con bastante más criterio político que muchos otros y con el que coincido en la mayoría de los casos. Me refiero a la formación de Podemos a quienes les debemos algunos alcances sociales a los que otros gobiernos, de mejor y gran capacidad financiera, jamás prestaron la menor atención ni la suficiente importancia merecida; seguramente debido a lo que yo doy en llamar soberbia insolente, tan abundante en los muchos hemiciclos de este desgraciado país tan nuestro, tan católico, tan monárquico, tan taurino, tan cazador, tan sucio y del ¡No sabe usted con quién está hablando! Seguramente con un cretino de los muchos que pululan por las sedes de los llamados Organismos Oficiales en calidad de secretarios, inspectores de trabajo o hacienda, presidentes de alguna oscura entidad bancaria o, miembros de cualquier Consejo de Administración, residentes la mayoría de ellos en algún tranquilo pueblecito del interior de la meseta castellana, donde los garbanzos aún se hierven en cuencos de barro cocido y que luego resultan ser una auténtica delicia para el paladar, sólo al alcance culinario de toda aquella picaresca española confortablemente acomodada en torno a unas brasas de leña de olivo centenario.
En pleno siglo XXI, -como ya ocurriera en el siglo XVI-, ahora no es el llamado pueblo llano el que a través de la picardía, la ironía, la desvergüenza y el carácter tramposo del antihéroe, -con la sana intención de paliar a su manera la delicada problemática social padecida entonces y tratar de sobrevivir-, se enfrentara humildemente al llamado Antiguo Régimen de monarquías teocráticas y absolutistas enriquecidas a costa del contexto político de corrupción que produjo el enriquecimiento ilícito como consecuencia del descubrimiento de América y por cuyo motivo fue bautizado y conocido posteriormente bajo el nombre de Siglo de Oro español.
¡Se han cambiado las tornas! La mayoría de miembros responsables de los partidos más destacados de este país de charanga y pandereta y de cuyos nombres no quiero acordarme, son precisamente los mismos que debieran velar por nuestros propios intereses en función de lo prometido en sus diseñados programas electorales. Pero no; hoy día somos nosotros, la clase trabajadora, las víctimas propicias de sus picardías humillantes, sus toscas ironías, sus ajenas desvergüenzas y enfrentados a las trampas que antaño ya utilizaran para lograr sobrevivir los carismáticos personajes representados magistralmente en muchas de las célebres obras literarias del afamado Siglo de Oro español como Rinconete y Cortadillo, El lazarillo de Tormes, La Celestina, La vida del buscón, etc., etc.
Y así estaremos todavía.
zoilolobo@gmail.com
Licenciado en Historia del Arte y Bellas Artes